Los seres humanos tenemos una relación muy especial con el ritmo. Cada uno de nosotros desde nacer posee un marcapasos intrínseco. Cualquiera alteración en su ritmo crea problemas. La actividad que se realiza con mayor frecuencia, el caminar, tiene un ritmo claro y, en un entorno social, la capacidad de seguir el ritmo en la pista de baile nos brinda mejores posibilidades de ser aceptados. La música y la danza, la poesía y el rendimiento atlético: todos son temas que atraviesan distintas culturas y todos están asociados con el ritmo.

Después de la música, el atletismo sería la área más estrechamente asociada con el ritmo. El ritmo es una expresión de tiempo, y es complicado sobrevalorar su practicidad para el movimiento. La ritmicidad es una característica que une el movimiento. La importancia de capacidad de entender el ritmo se entendió desde la antigüedad. En Esparta, los hombres tenían que pasar por las artes, la danza y la educación musical antes de que pudieran ser considerados aptos para ser entrenados como guerreros. Los cosacos tienen un dicho: "si un hombre no puede bailar, ¡no le des una espada!". Platón exigió que los guardianes de su ciudad se capacitaran en música y gimnasia, afirmó que “condicionaría al alma a buscar una posición intermedia entre tener una naturaleza dura y blanda. Estos son dos artes, dados por los dioses, no para el alma y el cuerpo excepto de manera incidental, sino para el ajuste armonioso de estos dos principios por el grado apropiado de tensión y relajación de cada uno.” El entrenamiento en disciplinas rítmicas ayudaría a una persona a controlar su propio nivel de “tensión y relajación” psíquica, en otras palabras. Ese es el mismo objetivo que tiene el entrenamiento deportivo moderno.

Cuando cualquier habilidad dada puede dividirse en partes y aprenderse secuencialmente, la fluidez de la interpretación comienza a aparecer cuando un elemento de tempo está involucrado. La habilidad motora compleja consiste en una secuencia fija de movimientos. Se ha demostrado que surge un patrón o ritmo temporal estereotipado a medida que aprendemos a realizar una secuencia motora. (Katsuyuki Sakai et al, 2004) Esto es relevante para desarrollar todo tipo de habilidades, no solo las relacionadas con la agilidad. Incluso el desarrollo de la fuerza lineal implica ritmo: podemos entrenar los elementos estructurales del músculo y el tendón para que sean más fuertes, pero el sistema nervioso es el vínculo para expresar de manera eficiente esta fuerza y coordina el momento adecuado de los eventos en el sistema muscular.

Los deportistas de alto nivel son los que saben bien cómo dar ritmo cuando es necesario. Lo podemos encontrar en deportes como el boxeo o el tenis, por poner un ejemplo, donde el ritmo se puede observar claramente. La interacción en esos deportes se basa en la sincronización precisa: mantener el propio ritmo y elegir el momento adecuado para que la acción intervenga en el patrón del oponente. El atletismo es como la música: lo percibimos con nuestros sentidos visuales, pero el sentimiento intrínseco del ritmo sigue presente. Los deportes brindan una ventana a la experiencia del ritmo de una manera que la gente común puede entender y sentir. Y al igual que podemos escuchar cuando un músico toca el acorde equivocado en el momento equivocado sin ningún entrenamiento musical, podemos reconocer claramente cuando el rendimiento del atleta no es óptimo sin tener ninguna experiencia en un deporte determinado. Esto es posible porque cada uno de nosotros tiene un sentido innato del ritmo, incluso sin poder manifestarlo.

Hay muchas formas de entrenar el ritmo. Por supuesto, la manera más obvia es aprender a tocar un instrumento. Está bien establecido que los músicos superan a los no músicos en tareas de temporización visual y auditiva (E.M. Anaya, D.B. Pisoni, 2016), tareas motoras (A.E. Kincaid et al, 2002) y en la capacidad general de aprendizaje (S. Leipold, C Clein, 2021). Además, se ha realizado una cantidad significativa de investigación sobre la terapia apoyada por la música (MST) para la recuperación después de lesiones del sistema nervioso que mostró cómo aprender instrumentos musicales y trabajar con tareas rítmicas puede revertir el daño grave al control motor, la memoria y otros sistemas (C. Francoise, J, Grau Sanchez et al, 2015). Estas terapias se basan en cuatro principios básicos: repetición masiva, acoplamiento audio-motor, modelado y motivación emocional. La investigación mostró que este enfoque tiene un gran impacto positivo en el sistema nervioso en el desarrollo de habilidades motoras y de otro tipo. Incluso las tareas simples que incluyen seguir al ritmo del metrónomo tocando una superficie con el dedo mostraron una mejora importante en el rendimiento (L. Rönnqvist, R. McDonald et al, 2018)

Usar ritmos simples, voz y movimiento; implementar tareas basadas en el reconocimiento del tempo, el tiempo y la precisión - todo esto debería ser parte de la práctica no solo para los atletas de élite sino también para cualquier persona interesada en moverse mejor y desarrollar capacidades cognitivas. (Ver también: Movimiento y capacidades cognitivas)

Se puede decir mucho más sobre las implicaciones de la ritmicidad en nuestras vidas, nuestras interacciones sociales y nuestra cultura. Se siente correcto terminar este ensayo con el pasaje del libro Rhythm and Self-Consciousness, de William McGaughey, quien lo expresó hermosamente:

“Hay un estado de conciencia rítmica cuando todo lo demás se ralentiza; tal conciencia se experimenta durante el máximo rendimiento atlético. Esta sensación de estar completamente a gusto durante una interpretación extenuante también se extiende a “grandes compositores, científicos y filósofos” en sus momentos más creativos… Uno deja que las cosas sucedan y no trata de forzar. En un punto crítico, el ritmo llega con una relajación involuntaria del esfuerzo que parecería derrotar el trabajo previo de esforzarse por obtener resultados...

… Dicho de otra manera, estos atletas de máximo rendimiento son entregadores de los ritmos más altos. Son ejemplos vivos de personas inmersas en los misterios sublimes del ritmo. Son como profetas extáticos que, en la antigua Grecia o Judea, entraban en trance y pronunciaban palabras que revelaban la conciencia divina”.

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