La capacidad de nuestro cerebro para desarrollar nuevos patrones y brindarnos aprendizaje es la misma capacidad que nos atasca en los hábitos que no queremos. Tendemos a desarrollar un comportamiento rígido a medida que envejecemos y esta es la causa de muchos problemas asociados con la edad. Este cambio negativo puede verse reforzado por sus elecciones cotidianas si uno no presta atención al hecho de que esto está pasando, o puede transformarse y utilizarse con el fin de añadir calidad a su vida.

Nuestra vitalidad y bienestar dependen de la química de nuestro cerebro. Se ve afectada por nuestra interacción con el entorno, la alimentación, las relaciones sociales, la calidad y cantidad de movimiento, etc. Cuando desarrollamos hábitos rígidos que repetimos día tras día en las acciones más sencillas, nuestra vida entra en piloto automático y como consecuencia perdemos nuestro control sobre él. No quiero decir que desarrollar hábitos sea completamente malo: es inevitable para cualquier tipo de logro serio y es una parte inherente del aprendizaje, pero muchos de estos hábitos que no necesitamos se cuelan en nuestras vidas sin que nos demos cuenta. En cuanto menos variación proporcionemos a nuestro cerebro, menos aguda se vuelve nuestra percepción del mundo. Todos hemos visto personas que parecen zombis, día tras día haciendo las mismas acciones sin prestarles ninguna atención. Adentrarse en la comodidad de seguir el surco que te haces día tras día es un camino muy común a elegir, pero como no se necesita pensar mucho, con el tiempo nuestro cerebro pierde cualquier necesidad de evolucionar. Esto da como resultado el comportamiento que solemos asociar con el envejecimiento, que en realidad no es el resultado del envejecimiento en sí mismo, sino de las elecciones que haces sobre cómo abordar tu vida a diario.

Al movimiento se aplican las mismas reglas que a la vida en general: repetir lo mismo una y otra vez sin ninguna variación conduce a lesiones y desequilibrios. No quiero decir que no hay necesidad de repetición, quiero decir que debes prestar atención a lo que haces y detectar los hábitos que pueden causar daño. De hecho, ningún movimiento que hagas es exactamente igual. Cada vez que intentas repetir un patrón, nunca hay dos movimientos idénticos. Es importante comprender esto si desea desarrollar un cuerpo saludable y funcional y que es capaz de moverse de forma eficiente. Si no prestas atención a lo que haces, no lo analizas y lo corriges en el proceso, es muy probable que desarrollas movimientos rígidos o patrones robóticos, ruidosos e inestables. Lo que en ambos casos significa falta de compresión de como funciona tu propio cuerpo. 

El movimiento sin ninguna duda es la fuente de alimentación más importante para el cerebro de un ser humano (Ratey JJ, Loehr JE 2011). Moverse de la misma manera una y otra vez no proporciona a tu cerebro los estímulos suficientes para un desarrollo enriquecido, porque para ahorrar energía deja de construir nuevas conexiones ya que no las necesitas. Esto es relevante no solo para la práctica física específica, sino también para el movimiento cotidiano en general. Y como nuestra vida consiste en las acciones pequeñas que hacemos día tras día y año tras año, eso es donde puedes empezar a hacer algo al respecto. La mayoría de nosotros repetimos acciones simples en piloto automático: cepillarnos los dientes, servir café en una taza, sentarnos, caminar, etc. Se vuelven tan automáticos que de hecho puedes hacer varias cosas al mismo tiempo, pero como con cualquier multitarea, significa que no estás haciendo bien ninguna de estas cosas. Es muy fácil dejar de prestar atención a uno mismo y esto es lo que lleva a perder vitalidad e interés por la vida. El simple hecho de tomar un cepillo de dientes con una mano diferente a la que estás acostumbrado ya es un cambio significativo: imagina cuántos estímulos recibes cuando realizas patrones del movimiento más complejos con toda tu atención.

La variabilidad es intrínseca a todos los sistemas biológicos. Si fijamos en la naturaleza, incluso si a primera vista las cosas se parecen, nada es exactamente igual. Formamos parte de la naturaleza, así que creo que aquí es donde debemos aprender. Para los bebés humanos, la variabilidad es la fuente de aprendizaje y cableado del sistema. A medida que envejecemos, es un requisito imprescindible para mantener la salud mental y física. Se han realizado estudios (Cai et al 2006) que han demostrado cómo la falta de variabilidad en el movimiento impide la adquisición óptima de nuevas habilidades. Y otros (Harbourne & Stergiou 2009) que lo vinculan a la necesidad de adquirir destreza y adaptabilidad de los sistemas neuronales subyacentes para una salud óptima. Cuanta menos atención prestes a todo lo que haces, más posibilidades hay de que todos los patrones que produzcas carezcan de la fertilidad que tu cerebro necesita para desarrollar nuevas conexiones, por lo que se el desarrollo se vuelve comprometido. Sin embargo, este es un proceso reversible. Siempre puedes optar por volver a centrar tu atención en tu vida, incluso si al principio tienes que obligarte a hacerlo. Cuando ya has desarrollado el hábito de pilotar automáticamente por la vida, hay una tendencia a caer en el mismo ritmo una y otra vez. Para evitar que esto sucede, hay que volver a darle la atención plena a todo lo que haces diariamente.

En este artículo, hablo sobre cómo el movimiento afecta nuestras capacidades cognitivas. Cada vez hay más evidencia científica de que el movimiento es la fuente principal de nuestro bienestar y un proceso subyacente de desarrollo de todo nuestro ser. Y más que nada, ahora sabemos que su calidad es el último catalizador en la forma en que evolucionamos. Nuestra vida está determinada por nuestras elecciones y acciones diarias por insignificantes que parezcan, aunque por nuestra naturaleza siempre preferimos ver el panorama general y aburrimos fácilmente con los pequeños detalles. Comprender qué impulsa nuestras elecciones y cómo nos afecta, a la larga, es lo que nos da control sobre ellas, ya sea al decidir prestar atención a su patrón de marcha cada vez que camina hacia una tienda o al resolver problemas globales. No vemos la conexión entre los dos, pero hay mucha evidencia de que hay más de lo que creemos que hay. Así que depende de ti que forma de vivir la vida vas a elegir.

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