Vivimos en un mundo donde estamos constantemente rodeados de distracciones. Flotamos en una especie de ruido blanco que nos roba la atención. Nuestros sentidos visuales, táctiles y auditivos se estimulan desde el momento que despertamos. Especialmente en las grandes ciudades, este es un acompañamiento continuo, siempre está presente. No es solo nuestro entorno el que nos bombardea con las distracciones, sino que nosotros mismos las creamos y las buscamos. Su ausencia nos crea una sensación de vacío. Este flujo constante de información nunca nos permite volver la mirada hacia adentro para observar lo que surge en el interior. Nos permite huir de nosotros mismos, y lo hace con existo. Es curioso cómo se percibe el silencio como algo deprimente o triste. Recuerdo una vez que estaba de humor para hacer mi práctica sin música de fondo y entró uno de mis alumnos, lo primero que me preguntó fue si estaba bien. Esta ausencia de ruido se ve como algo fuera de lugar, algo que incomoda. Precisamente por eso es tan necesario buscar el silencio de forma regular.

Estamos tan acostumbrados a la acción constante, que nunca nos tomamos un momento para quedarnos quietos. Nos asusta. Estamos acostumbrados al ruido y la ausencia de este nos hace sentir ansiosos. Pero, ¿cómo puedes conocerte a ti mismo si en realidad nunca tratas de escuchar lo que hay dentro? No puedes apreciar el movimiento si no hay nada quieto en el fondo y no puedes escuchar claramente lo que es importante en una habitación llena de ruidos. La mayoría de las prácticas religiosas y espirituales proponen algún tipo de alejamiento de constantes estímulos para acercarse a la comprensión de uno mismo. En la actualidad, la gente busca todo tipo de doctrinas y enseñanzas que puedan guiarlos hacia la iluminación y solo hay una cosa que se necesita hacer y que nadie está haciendo en realidad: mirar hacia adentro con regularidad. Solo estar contigo mismo, observando lo que hay, tratando de no juzgar, sino de comprender. Dentro de cada uno de nosotros tenemos respuestas a todas las preguntas, cada uno de nosotros tiene la capacidad interna de sanar y avanzar hacia una comprensión más profunda de uno mismo. No necesitas ir a tu retiro de meditación número 100 o ir a rituales chamánicos para encontrar el despertar espiritual, necesitas alejarte de los ruidos innecesarios y dirigir tu vista hacia adentro regularmente. Las herramientas que existen son sin duda muy útiles, pero pueden convertirse en un truco más si confías todo el tiempo en algo externo para obtener ayuda en vez de buscarlo a través de tus propios recursos.

Hay una miríada de sistemas para el trabajo espiritual y todos ellos tienen una cosa subyacente en común: enfrentar los demonios internos es lo que conduce al camino de la salvación. En las prácticas espirituales y las enseñanzas filosóficas orientales, el "negro" y el "blanco" no se consideran cualidades opuestas, sino más bien complementarios entre sí. Creo que en Occidente podríamos aprender mucho de ello. “No se puede apreciar la luz sin la sombra”. En las enseñanzas de Carl Jung, el concepto de reconocer una Sombra arquetípica que todo ser humano posee y su integración es uno de los pilares más importantes para obtener la totalidad del ser. Negar una parte inherente de ti mismo no conduce a su eliminación, sino a esa parte oculta regulando tu comportamiento. Cuando te niegas existencia de algo, no hay posibilidad de controlarlo. Es muy inquietante admitir que hay una parte en ti que no es tan bonita según las normas culturales, pero es necesario que la veamos claramente para tener una relación sana con nosotros mismos. Los humanos somos seres multifacéticos. Tratar de simplificarlo y diluirlo, categorizar el comportamiento humano en clases rígidas es contraproducente. Al hacerlo, infantilizamos a naciones enteras. Es imposible tomar decisiones bien medidas si no puedes ver claramente cuáles pueden ser tus motivaciones inconscientes. Todas las prácticas espirituales se reducen básicamente a lo mismo: aprender a ser capaces de apreciar la existencia de ese lado de nuestro ser que no nos gusta ver, el lado que podría regir nuestros comportamientos sin que seamos conscientes de ello. Este es el dragón del cuento que el héroe necesita conquistar, este es el mago malvado del castillo con el que debes enfrentarse.

Cada uno de nosotros lo tiene, este “lado oscuro” que nos negamos a admitir. Verlo y reconocerlo con calma es lo que en realidad nos hace mejores personas, no dejarlo en el rincón más recóndito de la conciencia. Esconder a la bestia es lo que la hace crecer y le da poder. Negociándola la alimentamos.

Hay diferentes formas de meditación y prácticas de consciencia que tienen como objetivo abrir nuestra vista interior a esas cosas que siempre tratamos de borrar. Las enseñanzas del budismo y el hinduismo en particular han desarrollado una gran variedad de herramientas que ayudan a sus seguidores a emprender el camino del despertar espiritual. Básicamente, cualquier práctica que obligue a un practicante a tomar conciencia del origen de sus acciones y las verdaderas motivaciones internas de su comportamiento ya está haciendo el trabajo necesario para apreciar nuestras turbulencias internas y controlarlas en lugar de dejar que ellas nos controlen a nosotros. Hay varias formas de atención plena, meditación, quietud y prácticas de movimiento que cultivan la conciencia y ayudan a lidiar con esta parte de nosotros mismos que se esconde de un ojo no preparado. En Occidente hay escuelas de psicología que operan dentro de estos reinos y trabajan con el concepto de integración de la Sombra. Encuentre un maestro que pueda guiarte por este proceso, ya que cualquier camino es más fácil con ayuda. Pero si está fuera de tu alcance, es posible manejarlo por ti mismo, incluso simplemente sentarte sin ninguna instrucción específica y observar lo que venga ya es un gran paso hacia conocerte mejor. Pero recuerda que incluso si tienes la suerte de tener el mejor profesor del mundo que pueda ayudarte con orientación dentro de este tipo de prácticas, el trabajo principal siempre lo tendrás que hacer tú mismo.

Apreciar todos los aspectos de nosotros mismos y hacer paz con ellos es muy importante, aunque a menudo también da miedo porque requiere asumir una responsabilidad personal. No es fácil mantenerse en ese camino, ya que está lleno de muchos baches. Este es el camino que nunca termina, pero hace que la vida sea más plena. Con el ruido de fondo constante y la distracción, es muy fácil perder de vista nuestros verdaderos deseos y motivaciones. Nuestro entorno no nos anima a conocernos a nosotros mismos, pero es lo que se necesita para tomar decisiones desde el lugar de entender tus motivaciones profundas y no de estar controlado por deseos instantáneos. Ya tenemos suficiente de lo último, sé el que va contra corriente. No hay necesidad de convertirse en monje y retirarse de la vida normal para hacerlo. Y en cuanto a la comunidad, ya sea que hablemos de nuestro grupo local o de la humanidad como una totalidad, cuanto más completa es cada parte de la totalidad, más completa es la totalidad misma.

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